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miércoles, 29 de abril de 2009

Reírse de qué

Ella se ríe.
Reírse con ella imaginando cuadros de Warhol que a lo mejor nunca pintó.
Me río con ella.

Las tardes en Buenos Aires pueden llegar a ser oscuras también, eh… Un flashback de episodios de risas y palabras que no conocíamos; el acento del sur es una cuestión de golosinas. Lío no deja de hablar y la risa, qué risa…

Viamonte y Callao, café y un poquito de ausencia. Baires tiene la habilidad de darle al que la habita ese sentimiento porteño que se parece tanto a la tristeza, al paño vino tinto. Traigo a la luz del café nuestras tardes de historias prístinas, llenas de olvido; el acento del sur, Lío…

En un rincón de arena estará riéndose…
¿Será que sabe volar?

Durante el día asumí la actitud del pájaro que aprende a conocer el cielo, nada del otro mundo. Había tantas calles, tantas moscas y yo era muy pequeño. Caminaba, ves…

Entonces subía las escaleras que tanto tiempo atrás había aprendido a subir sin ningún manual, ni siquiera el decálogo de preocupaciones de mi madre. Y vos bajabas. Hasta en eso te adelantaste: en la huida, en el café quemado de la mañana, en no volverte a ver.

Y se reía porque en el aire había humo. Se miraba en el espejo inverso de mi cara y se meneaba ahí sentada, saliéndosele el alma como monedas por los bolsillos.

Pero el alma no se guarda en los pantalones: se lleva en la cara, debajo de los párpados y en la carta de identidad. Hoy, más que nunca, hay tantas caras como la suya andando por las calles de la ciudad. Creo estar pisando hojas en Montevideo…

Ella se ríe…
¿De qué me voy a reír ahora?

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