Hay tantos libros, pero yo no quiero leer. Y a veces falta tiempo para perderse en ellos, de ellos. Hoy no quiero saber sino de lluvia y asfalto, lo demás que continúe sin mí, hasta mañana. En la lluvia, o bajo ella, siempre soy el mismo, con esa humildad húmeda sobre la piel, pegada. Vistiéndome de los mismos recuerdos, bajo la lluvia, siempre tan lejos de ayer, los días que ya se pueden contar. Hacía calor en la casa, ¿te acuerdas?, y nos fuimos a caminar entre las piedras y el pantano, esquivándonos, saliéndose del camino para no mojarnos y quedar tan sucios, ¿y para qué? Parecíamos niños. Esos fueron otros días, no puedo decir mejores, más dulces, otros días. Hoy no llueve igual sobre nosotros, como si el agua también cambiara. Lavó mucha arena que se pegaba al pelo, somos otros ya. Aquí también llueve y pasan los carros. Las ceras se pintan de luces. En esa bulla no queda nada mío. ¡Cuántos niños habrán empezado a jugar! Pero ya no estoy bajo la barranquita al lado del camino, guardándome del agua y del granizo. Ahora que he crecido un poco, me ha tocado seguir adelante, pero a veces parece que voy hacia atrás…
El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...
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