El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

viernes, 9 de julio de 2010

Todo, através del humo, se ve mejor

A veces es mejor caminar. Carabobo con una de las calles que la cruzan antes de Colombia. Estoy esperando que el semáforo me deje seguir mirando gente pasar. Sigo parado, fumando mis primeros cigarrillos. Hay que parar, y mirala. Describir es con frecuencia caminar al borde de un abismo temiendo caer en lo kitsch o en lo cursi o en lo almibarado, pero algo mucho peor es no decirlo: eso sería mandar estas cosas al olvido, sin más ni... Se le asomaban, entre la fibra rota y desgastada, unos tres o cuatro cuadros de piel. No decían nada, pero uno igual se imagina que dicen algo y que esos senos chiquitos y esa cara maquillada perfecta, que efectivamente me le acerqué y se lo dije porque, como todos sabemos, es de mala educación quedarse con las cosas para uno solo y más si tienen que ver con los demás. Fui y se lo dije, que era muy bella y que por el bien de ambos, ya tenía que tomase un café conmigo porque, como todos sabemos, no es correcto separarse de una persona que te ha complacido en algo sin habérselo agradecido antes: por ahí está escrito que Dios perdona cualquier pecado menos la ingratitud. Ella medio se rió porque le había parecido raro divertido eso que le dije, pero también porque no le disgusté del todo y además le daba pena demostrar que no había entendido nada —y la risa esconde porque masifica. No fue tan difícil llevármela a una mesa, lo duro fue lograr que se soltara un poco. La nena, al fin, resultó no tener nada que decir y yo, que también tengo alto aprecio por el silencio, le dije, como proponiéndole, que nos quedáramos callados un rato y luego nos fuéramos a otro lado. Ella no quería porque no podía salir con cualquiera por ahí, aunque yo pareciera inofensivo en medio de tanto hijueputa. Al principio dijo que no y que los confesionarios y los votos de castidad monógamos, pero después tuvo curiosidad por saber quién es que era ese Jeunet y sus imágenes hermosas y los tres besos y eso, que en verdad parecía interesada. Todavía callada, parecía que se le había olvidado ese cuento de las camándulas: pude completar el rompecabezas de los cuadros de piel, completo, sin nada que los descontinuara, y cuando me dejó el semáforo, seguí caminando pasándole al lado, absteniéndome de respirar hasta que ella llegara, para poder olerla, así…