El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

domingo, 5 de mayo de 2013


La Beatífica Flor
Mayo del Trece


Qué diría Petrarca, Laura, de vos.  De ti.  Yo no sé.  Quizás arrepentido de nunca besarte al menos la cara, qué decires…  Para sentirse triste y escribir bien: muy bien —cita—; yo, como sé escribir mal bien, desearía sí besar y escribir mal de cosas bien muy bien.  No sé no sé… cómo hay, a veces, impresiones muy ligeras que alcanzan a hechizarle a uno, por decir, el alma, al menos latención.  Cómo.  No se sabe… no sé… Entre las nubes de mi y tu cigarro, los guaros de la noche, los placeres privados, compartidos, y muchísimas palabras aquí y allá… me siento al final de la noche a memorar te.  A recrear te.  A te imaginar.  Te reconstruir, menos bella que lo que sos en lo real, pero algo es algo y bien sabés que se hace lo que se puede.  Habitasteste pedazo de pantalla blanca y aparecés al fondo riéndote, mostrándome la geografía particular de tus perlas a mascar.  Que prendés y prendés me un cigarro y yo inocente te miro.  Y pienso, con mi gramática enredada.  Y te miro y digo que hay tantas Lauras en la poesía.  Y vos preguntás que si las hay en la mía.  Y yo te digo que no tengo poesía; que preciso, ¡sólo!, de tres noches y garantizo lampsitos de belleza.  O que si querés le pregunto a dios, que Google lo sabe casi todo y te recito versos del siglo catorce.  Ella vuelve a mostrarme en detalle las líneas de su sonrisa y yo capturo y almaceno, enternecido levemente, entre la nube que nos unía a todos.  Ahora, como estoy, no logro entender bien, y me pregunto, ¿por qué detenerse en la noche a memorar te?  Como las respuestas a mis mismas preguntas suelen ser simples, muy simples, me tranquilizo diciéndome no worries, sos muy impresionable, y más cuando es la misma belleza...  Calma, ‘que no panda el cúnico’, todo está rait: has experimentado la belleza, es normal que sufrás la llama del empelicule, por no llamarle pasión, aunque lo sea; que ardás un poquito sólo pensando en Laura, y lo disfrutés, y lo recreés, y le dés vida en el tiempo a un hecho que, a vista de marrano, pasaría por simple, fútil y superfluo, anodino.  Pero quien es testigo de lo bello no puede sino pagarle tributo, como en ‘el perfume’ los que de hecho lo huelen: caen ante él, antel perfume.  Ese sería un ejemplo exagerao de mi caso, al menos por ahora.  Porque todavía calmo mi sentir con letras que ojalá leás, y thechicen como si el mismo Barba testuviera hablando, susurrao al oído, verdades horribles pero nunca horrísonas: siempre bien arregladas, apetitosas y apelativas.  Ojo con el mal, ja!  Ojo con el mal… 

Laura, te celebro y te recuerdo,


Un Gustavo de noche.
La noche del sábado 4 al cinco.