El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

martes, 21 de febrero de 2012

"Alrededor de Borges está El Zhair, (sic)",...


…un texto cuasi científico donde traeríamos a Borges para analizar, dentro de las situaciones de su cuento, tres conceptos que son la obsesión, el olvido y, posteriormente, la locura. ‘¿Por quésos tres?’, puede preguntar Fernando, entonces le diríamos:

―Precisamente por las situaciones, Fernando.




I.

Borges, en El zahir, es cautivo de una moneda y, al momento de contárnoslo, se sabe untao del mal que representa la moneda que lo llevará, uno que otro día, al abismo que unos llaman locura pero él, Borges, sí sabe lo que es. Es importante destacar en qué estado del tiempo está el narrador con relación a lo narrado: en el penúltimo párrafo del cuento bien nos dice que para antes de 1948 ―estamos en los ´30 todavía― no sabré quien fue Borges, como aquél que se dio cuenta de que sestaba enloqueciendo. Y en el primer párrafo, que nos introduce a la trama por medio de una primera confesión, “no soy el quera entonces pero aún me es dado recordar”. Declarado el carácter analéptico de la narración: ocurrió en el pasado, pero un pasado no concluido, aún, al fin de cuentas, sigue vivo. Digámoslo de una vez ―pequeña disgresión―, Borges es a El zahir si bien autor, también personaje y, a demás, narrador. El narrador y el personaje son la misma carne. El narrador nos quiere contar una historia de la locura, bien contada, él mismo es el futuro loco que todavía no lo es. Aún, siquiera parcialmente, dice, soy Borges.

Y nadie dudaría ques el mismo Borges también el personaje: ¿qué tipo de persona suele verse padeciendo una obsesión cuyo objeto es una moneda corriente que, para el obseso, represéntale “un repertorio de futuros posibles”? ¿Quién ve en la moneda con que se compra un cigarrillo el óbolo del Caronte? ¡Borges!, ¿quién más? Hace falta la imaginería erudita y universal y compleja del argénteo para que pase por verosímil una tal obsesión. Ejemplo sea el texto del alemán Barlach que Borges encontró en una librería y citó por estar en él la explicación del mal que lo corroía. Era la divulgación histórica universal del Zahir. Después de leerlo, dice, ya sabía que nada lo podría salvar.

El azar le pone al personaje el Zahir en el camino cuando se consolaba éste de otra muerte, la de la mujer amada, ampliamente relatada antes. Pobre cuando confiesa que "movido por la más sincera de las pasiones argentinas, el esnobismo", senamoró de la judía "y que su muerte me afectó hasta las lágrimas". El lector pensaría el zahir como un paliativo al dolor de experimentar el recuerdo de Teodelina Villar perfeccionando su desdén por la muerte, un olvido anhelado que, sin saberlo, se convirtiría en peor martirio: el zahir, para los pueblos árabes, dice el alemán Barlach, significa eso que “tiene la terrible virtud de ser inolvidable”, indeleble, “y cuya imagen acaba por enloquecer a la gente”. El Zahir toma a Borges enlutado, caminando de noche en Buenos Aires, cursi dándole a la pena del puerto, en un barcito que le parecía vulgar, y ahí mismo le dio fiebre. ¿Por qué? Y efectivamente, no valió ni esnobismo sincero, se lo tragó el Zahir y más nunca volvió acordase de su Teodelina. Todo fue, incluso inicialmente lo recibe, el Zahir: tenerlo, tenerlo que perder, recordarlo, no recordarlo, tratar de olvidarlo, jactarse de haberlo olvidado recordándolo, al Zahir, perdido y nunca abandonado, reproducido, recreado, descifrado, agotado.

Y si bien el personaje olvidó a Teodelina, quien lo encuitara y cuyo olvido lo proporcionó el zahir, podría decirse, precisamente a causa desto que, hablando de El zahir, locura y olvido se habrán convertido en lo mismo, dada la premonición de Borges de no poder recordar, en algún por venir, otra cosa quel zahir, su única realidad futura; esto como primera conclusión.

viernes, 17 de febrero de 2012

Bolívar, el personaje y la literatura...


La elección del general como personaje tiene ventajas varias para el autor de novelas. Digamos, por ejemplo, la grandilocuencia de su peso en la memoria de noso mundo: su gloria militar ques par de lareté de los grandes griegos. Su indiscutible ídolo dentro de la idea y producto de nación que somos. Pensemos, también, en la presencia paralela directa de la historiografía libertadora cuánta no movida por las cuerdas de su acción. Y la presencia, a la vez, de la información no tan veraz como imaginativa, el vozavoz andino de sus hazañas que, a veces, volvióse, quizá más que las Historias, la verdad verdad. Un personaje a caballo entre cualquier posible extremo.
La posibilidad de hacer de Bolívar un buen personaje depende, solo, del genio artesano de un buen escritor. La peculiaridad deste general, por ejemplo, hiede al genio del Márquez, pa mí, conservando el equilibrio, por supuesto: pas de passions! El general está, entonces, vuelto un esqueleto en caída, sin lograr articularse en freno pa parar. La decadencia del militar que, dice Pablo, le admiró García M. a M. Faulkner como también, dice Memo, su Sur. Razones éstas que motivan chistes de salón: a propósito de curiosidades bibliográficas del estudioso de la literatura, la grandeza de M. Faulkner se manifiesta en el hecho de haber recibido, por dos ocasiones, el mayor premio de las letras: la primera en el '49 y la segunda, póstuma, en el '82. Un guerrero mítico caído en la desgracia a causa del azar de la guerra; entonces lidiaba con la peor de sus desgracias: el desprecio de su pueblo. La enfermedad le había cobrado caro. Una tos pertinaz lexpectoraba las víceras, a demás de las fiebres vertiginosas en noches de desvarío, las veces convulsión...
—Lo bueno fue ayer, dijo y pudo haber dicho el general, de cara a la seda de la funda de la almohada.
Lo que jode es saberse desilusionados. El verdadero padre, en el sentido político más actual, destas anchas y varias tierras ajenas tuvo como último propósito, antes de morir, huir de aquí, donde el tiempo locupó practicando su heroísmo, para nada. Después de múltiples lustros duros fríos frugales, entregado a la causa, no logró nada que resultara a salvo, luego, de la inminente destrucción que le sobreviene a todo lo que toca el caos. El general de García Márquez se ocupa de la última labor, como el cisne grazna, de emprender el viaje de regreso a la nada, un "mayo de rosas ineluctables".