Ya no sé si tendrías razón. Quiero pensar que sí, pero a veces la noche está para uno solo y las cosas se van al suelo. Cuando me lo decías allí, todo parecía tener tanto sentido. El café, a lo mejor. Lo difícil que es todo y la salecita de la condición humana, eso lo sabíamos. Pero hablaste del juego, y vi tu forma de andar... Cruzar la vida saltando, en un solo pie, de para atrás, con los ojos cerrados, medio abiertos, descalzo. Me habían enseñado otra cosa. Todo tan serio, tan opaco, llenando de cartones las salitas de estar, los cafés de pueblo. Había que cambiar un poco todo eso, no con luchas de Guevara, ni demostraciones de irrefutable ciencia, eso no era lo tuyo. Un poco menos de azúcar hoy en el café. Cambiar de acera y mirar al otro lado de la calle para saber qué te hubiera pasado si siguieras ahí. Me divertías tanto, yo no era capaz. Prefería irme a la casa después de clase si en el bar no había suficiente luz, o al contrario.
Ahora no sé si tenías razón. Todas tus golosas a destiempo no se sostienen solas. ¿Dónde va la irreverencia? La vida se recobra y vuelve a ser la misma mierda, los libros no son más que libros, ¡y tantos! No quería llegar a esto. Si te veo mover las manos mientras lo explicás, quizá así podría estar seguro de creerlo, de mantenerlo siempre como cierto. Y estar convencido de que el aguardiente hace mucho más amable al mundo. Eso todavía lo creo. Pero el resto... No es fácil creer sin evidencia, o al menos un poquito de fe. No teníamos sino la mesita y los mil pesos para el café. No más que el tiempo para encontrarnos. Si te convencen de que Dios es él mientras lo puedas merecer, te empujan fuera del altar. Y afuera siempre está frío.
Si me quedaran al menos las palabras. No me acuerdo sino del bucito que tenías puesto. Y la diadema. Siempre el empeño en aprender a guardar tesoros. Sólo se esfuerza el que conoce el cansancio. Nada de eso me consuela, y es lo que quiero. Uno termina recordando escenas tontas que nada tienen que ver, da un poquito de risa. Se ríen porque así se hace. Lo triste. La película de Kar Wai y qué hijueputa cosa tan seria. Estar siempre tan solos. ¿Me tengo que acordar de esto ahora, precisamente…? Sí ves por qué te digo que dudo que tuvieras razón. En esta pieza tus palabras son menos que nada, ni recuerdos. ¿Por qué no me alegra el helado de la tarde y tus buenas noticias? Cuando más me afectarían… Putos puntos suspensivos que no son silencio… No te estoy diciendo nada. Te va a tocar enseñarme algo más que cartas de naipe y arbolitos al lado del camino. Hay que aprender a vivir. Eso también nos serviría.
Ahora no sé si tenías razón. Todas tus golosas a destiempo no se sostienen solas. ¿Dónde va la irreverencia? La vida se recobra y vuelve a ser la misma mierda, los libros no son más que libros, ¡y tantos! No quería llegar a esto. Si te veo mover las manos mientras lo explicás, quizá así podría estar seguro de creerlo, de mantenerlo siempre como cierto. Y estar convencido de que el aguardiente hace mucho más amable al mundo. Eso todavía lo creo. Pero el resto... No es fácil creer sin evidencia, o al menos un poquito de fe. No teníamos sino la mesita y los mil pesos para el café. No más que el tiempo para encontrarnos. Si te convencen de que Dios es él mientras lo puedas merecer, te empujan fuera del altar. Y afuera siempre está frío.
Si me quedaran al menos las palabras. No me acuerdo sino del bucito que tenías puesto. Y la diadema. Siempre el empeño en aprender a guardar tesoros. Sólo se esfuerza el que conoce el cansancio. Nada de eso me consuela, y es lo que quiero. Uno termina recordando escenas tontas que nada tienen que ver, da un poquito de risa. Se ríen porque así se hace. Lo triste. La película de Kar Wai y qué hijueputa cosa tan seria. Estar siempre tan solos. ¿Me tengo que acordar de esto ahora, precisamente…? Sí ves por qué te digo que dudo que tuvieras razón. En esta pieza tus palabras son menos que nada, ni recuerdos. ¿Por qué no me alegra el helado de la tarde y tus buenas noticias? Cuando más me afectarían… Putos puntos suspensivos que no son silencio… No te estoy diciendo nada. Te va a tocar enseñarme algo más que cartas de naipe y arbolitos al lado del camino. Hay que aprender a vivir. Eso también nos serviría.