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lunes, 11 de mayo de 2009

Une chanson des souris et des hommes...



Uno empieza a entender de a poquito. Desde siempre le han dicho que las novelas son producto de un tiempo, un lugar, un tipo de gente. Y uno lo sabe pero a veces lo olvida. Entonces me dicen que para la década del ‘20 al ‘30 y un poco más, Estados Unidos se debatía en tantas dificultades que hoy no creeríamos. La gran depresión untándolo todo con su mierda. Las migraciones dentro del mismo país porque la agricultura y la industria no dan pa más. Las tormentas de polvo, producto de una tierra mal tratada, por falta de caricias. Tantas cosas entre el sol infernal del sur, hobos y una política que no le interesa a nadie, creo. Justo aquí, entre unos matorrales, aparecen dos hombres por un camino de tierra. Podría ser cualquiera. Son Lennie y George. O Tom Joad y Casey.

También podríamos decir cosas sublimes buscando un adjetivo, pero la tristeza, qué tristeza, no deja mirar a otro lado. El producto de un tiempo, el hobo, hombre de bultico al hombro cruzando los caminos del sur, buscando… Son ellos dos. Esta vez no pueden arruinarlo. Hay que trabajar y durar, hay que reunir lo que la vieja pide por el pedazo de tierra para retirarse. No más cosechas ajenas. No más deambular sin rumbo. Habrá conejos para acariciar, vacas, quizá gallinas. Sí Lennie, sí podés jugar con los conejos. Y la estufa pequeña para la pieza en invierno. Nosotros no somos como ellos, que nada les importa.

Un hombre con un ratón muerto escondido en el bolsillo. Esperen, no se adelanten con hogueras y lanzas, él no quiso hacerlo. En realidad no quiso, el ratón era muy pequeño y no soportó la caricia. Hay que mimarlo y sentir sus pelos que se crispan en la mano. Tan pequeño, guardando un pedacito de ternura en el bolsillo. Al hombre le quedan muy pocas cosas hoy en día. Le arrebatan hasta la dulzura del camino con esta necesidad de encontrar algo. Olvidaron llevarse la sensualidad que es como un alivio mínimo pero posible, ratón… Y se mueren. Como si todo al alrededor también se pudriera con el hedor de las manos. Pero yo no busco sino un consuelo, los conejos que no son tan pequeños y aguantan más.

Dos hombres viajando juntos es una imagen poco común por estos lados. La mayoría llegan solos, cumplen su trabajo, reciben el pago, agotan las putas del pueblo y se van. Y gracioso, divertido. Un hombre inteligente, se nota, con éste que ni puede hablar sin atragantarse. ¿Le robará el pago? No, no puede ser eso. No parece un mal tipo…

La verdad es que sin Lennie, él podría tener un trabajo normal y gastárselo en lupanares amarillos, como todos. Y reunir lo que la vieja pide sin problema para retirarse antes. Hay que cuidarlo para que no se meta en problemas y no le agarre las tetas a las niñas, qué fastidio. Se vuelve insoportable a veces, y cuánto hemos tenido que correr para que no nos mataran. Pero es mejor así, que un camino entero para uno solo. Hay que conversar con las piedras y el aire lo presiona a uno más contra la arena. Qué más necesita uno ya con esta miseria. Y él tampoco lo hace con mala intensión, sólo es un poco idiota y ya, no hay mucho pecado en eso. Por poco juntamos lo que la vieja pide por la tierra. Habrá conejos y vacas y una estufita para calentar la habitación en invierno. A Lennie le emocionan los conejos. Dentro de poco. No vamos a tener que buscar más caminos, bajo el sol. Sembraremos para comer. No habrá que preocuparse de nada. Y estaremos juntos y tranquilos…

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