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lunes, 11 de mayo de 2009

Elucubración ingenua de una obra sangrante


Un pequeño comentario al poema Corazón de Barba, mi poeta.


FUEGO LEONADO:

EMPRENDIÓ EL MONÓLOGO que le hablaría de verdades horrísonas —y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales—: saetas en dirección al hombre. En su habitual cualquier lugar, le preguntaría al mundo el porqué de esta desazón suprema… Se alejará, así, de esos que no comprenden la naturaleza de un hombre, encontrando efugio en su corazón ígneo , sancta-sanctórum de perdidos y marihuanos… Pero el corazón no tiene lengua de miel, escupe dagas de retórica sangrienta. ¿Acaso no lo sabías, Ashaverus?

«Tú, corazón florido, háblame ahora, todavía tienes voz. Tú, que eres de mí el canto, el Numen que me consuela… Hay en ti lo poco bueno que de mí queda. No quiero que el tiempo apague tu canción. Pero la vida está acabando, y así como este cuerpo llagado tiene que morir, tu ardor ha de marchitarse, no seremos sino la idea de una obra errabunda, de una poesía en antologías dormidas. Morirás: las cosas son la espuma del tiempo en nuestra mano, y tú y yo las cosas en la mano del mundo. Ah, mi corazón…».

Porque quien a las inmensidades se asoma… Y es más fácil perderse en el bosque hechizado de adentro, ese enmarañado tramo de recovecos y desilusiones, que en el espectro ralo de cuerpos afuera. Te asomaste a tu corazón con la esperanza de calma…, olvidaste que de alaridos tiene cántaros. Y esa verdad te acongojó profundo, como anzuelo se agarró a tu carne con firmeza mientras tú, vesánico, tratabas de sacarla sin importar el daño que causara. Así lo entendiste todo: aquellos seres sonámbulos no le hablaban a su corazón ni llevaban en él el túmulo de un Dios, nunca habían visto de frente la estrella de la tarde, ¡no eran hombres!

Y saber que hay quienes han hecho, sin estremecerse, el viaje del útero al sepulcro y tú no has sido sino un perenne temblor. Ahora que del misterio tienes la esencia, que sabes que no eres más que tiempo y unos cuantos comentarios, el fuego de la vida no te debe quemar tanto:

— …escuchadme esta cosa tremenda ¡HE VIVIDO!
He vivido con alma, con sangre, con nervios, con músculos
y voy al olvido…


VERDOR EDÉNICO

«Pero sobre todo, conciencia obsesionante del giro fugaz de los días.»
Claves II


SE LE HABLA A UN CORAZÓN, lo que en definitiva es distinto a dirigirse a un alma… o tal vez a un hombre. Y se habla porque sí: que salga de aquí la palabra y germine en otro lado, donde sea que caiga. El poeta en su búsqueda tendrá amargos encuentros y no habrá mejor remedio para las cuitas ríspidas del hombre profundo que el canto, desangrarse en un plañir dionisiaco.

Y ese corazón, ¿qué es, qué le habita? ¿Es per se un fondo, un espejo de reflejos humanos, un día? En su opulenta naturaleza de flama carmesí, por siempre ardiente, todavía… por siempre ardiente, ¿es el ímpetu romero del poeta?

Hay en él melodías y susurros, himnos de un paso perennal, de su latir tantas veces equívoco. Le habitan, en una mano aspérrima, caricias bucólicas de lejanas comarcas, ¡ha cuánto pasó! Y la tristeza, la azul melancolía, azul imposible del niño bañado en brisas de azahar naranja.

Está escrito en su corazón el llanto de periplos acongojados, cansados; la miel en ellos alcanzada. El placer de la sombra bajo nuestro árbol, el olor humilde de esa felicidad, el leve abrazo de la Gloria, ¡el amor! Todo cuanto hubo y llegó en la voz del viento está en la poesía…

Pero… pero el todavía también habrá pasado. Lo salvado en el andar, en el crear, en el perder, para poco habrá servido. Se oirán furores de abismo en el reducido espacio de un puño en cólera, temblarán mis cimientos y caerá el telón con su abrazo de tierra sobre el rescoldo de mis días. Acta est fabula!, corazón. Mi postrer acto ha terminado…


CERÚLEO ACUÁTIL

«Y he visto el mar, que todo lo compendia…»

AQUÍ O ALLÁ, SIEMPRE HABRÉ DE MARCHITARME. Envuelto en el rumor del mar… qué suave la brisa en su pueril caricia. Habré de marchitarme… Llega el agua a mis pies con prisa y de igual manera se va, como si no fuera posible descansar, un segundo en el lecho del ocio y ya… Habré de pasar, como el agua que se va… Y yo, que mis reservas llené del goce y la alegría, ando, a tientas, sobrecargado de sueños, con un fardo de días caducos:

—«Qué vana es la vida…
…qué inútil mi impulso…»

Adelante está el retorno, a lo lejos, saludando desde un monte lontano… ahora es el mar quien me abraza. Y su playa, con rastros de arena borrosa, deambula por sus olas con pasos de sabor canelo. Soy parte de la arena en la que yazgo, quieto, inmóvil, mientras todo en rededor gira, riela, vibra, cintila… soy el peón de una grave melancolía.

—«El tiempo es breve y el vigor escaso…»

Haber cantado en el coro de la vida con tal ímpetu y virilidad… ¿para qué? Yo, que no temí a las Furias y en esquife azul surqué los mares de mi América, yo, «tan raro y tan amante», temo contemplar la futilidad de mi ilusión… Sufrir la miseria humana en nombre de empresas efímeras y vanas...

—«De sueños turbios y versos claros estaba loco…»

¿Qué pensarán los otros al verme así, tirado, como domingo roto, sobre la arena? ¡Qué importa!, también ellos habrán de pasar… El mar revuelve el aire y estoy solo…

Quise hacer de mí un monumento, pero el tiempo me destruyó antes. Huyéndole a los avatares, laboré una vida: maltrecho, malsano y piadoso, con el corazón saltando en cada cimera, desbordando encanto, hendí el tiempo con mi ritmo inseguro. Como el agua que viene y va, que roza mis zapatos y embebe la arena cercana y se lleva algo de ella… así pasó la vida…

1 comentario:

Luis Carlos Bonilla Sandoval dijo...

Buena tu escogencia, como buena es la profundidad de lo que encierra cada renglón.

Luis Carlos
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