El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

miércoles, 6 de mayo de 2009

De pensar la vida, nada…



Algunos tiemblan porque la vida se les va, otros porque va a empezar, y nacer no duele precisamente al que ve la luz. Yo tiemblo porque mi libro se va a acabar y ya siento el vértigo que se acerca despacito con sigilo, con uñas. Pero quiero temblar, también, por otras razones, sin necesidad de volverme bucólico y verde: temblar ante la luz del semáforo que se quita el sombrero y me ayuda a cruzar la calle. Como buscando porque sí, por ahí, algún motivo para seguir abriendo, grandes, los ojos. Y volver a encontrar a Brassens renovado, afranchutadamente nuevo en cada canción. Que sean simples excusas de azúcar para no ver a Louis-Ferdinand tan de frente, obviándolo un poco entre las aceras y las sillas de la calle. No hay que empeñarse en ser esa conciencia limpia del lamento, pero el hombre tiene una habilidad monstruosa de resistencia al hastío. O si no, tantos bares, tantos parques y pasabocas en la mesa, tanto arte. Para ver cada tarde amarilla, verde o azul, otras, simplemente otra cada día y siempre la misma, las manos embadurnándonos la cara, tapándonos, tratando de hacer la cosa más fácil… Y sí, ¡qué vida fulgurante!, entre árboles, crispetas, mujeres ávidas, sabias, qué vida. Con el Génesis de nuestro lado, el agua, los cigarrillos, la noche sólo para nosotros. Dilo y tírate a llorar, nada es tuyo. ¿De qué nos sirve si tiene que ver tan poco con lo que somos: vanidad? El sol es una noticia terrible al amanecer. Vamos a continuar, cerremos los ojos. Que corran los carros, los pájaros y camina, si todavía tienes calle. Y más te vale convertirte en poste.

No hay comentarios: