El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

martes, 8 de septiembre de 2009

Un granito más de débil nihilismo...

Qué tedio, ¿qué pasa? No le puedo echar la culpa a la condición humana y menos al calor, hace frío. Sólo tengo disposición de oído y no más, únicamente proceso la música y eso que con qué hastío, como pegajosa y por inercia. El tiempo, a veces, muy poquitas veces, uno sabe qué es eso, como cuando se detiene a olerlo, despacio, no por la aventura del que quiere saber, si no porque no tiene nada en la mano para ponerse en la cara y no ver. Y decir que lo pierdo, sabiendo que nunca lo he tenido. Esto debe de ser consecuencia de algo, no sé de qué. Habré despojado a algún niño de sus derechos o simplemente me metí en líos que no comprendo y mírame, sin saludos, ni manos, ni calles a las que tirarme y perderme, con un mundo afuera abierto y yo encerrado en la llave de una puerta que no quiero mirar, ah, hablen de cárceles. No hay literatura, ni peces, ni bagaje poético en este interregno, en este estar en el medio de qué… Debería volcarse hacia algún tipo o copia de infinito para utilizarme, exprimir esta exhuberancia de nada, no veo nada. En verdad, sólo tengo frente a mí la música, porque ni estas letras las tengo en serio, no es sino voltearme hacia la ventana o mudar de pensamiento y ya no sé qué digo, me dejó el tren. Las paredes tan pálidas terminan enfermándote. Pero lo que coincide con el malestar es que no tengo a nadie, por más que he tratado, no, nada… Sólo queda la música. Y el lamento que, afortunados, todavía no me han empezado a cobrar, así fuera con baldosas. El hastío tendría que ser medicado, o por lo menos tratado con alguna dosis simbólica. Cómo hace uno, entonces, para que las cosas que ayer te eran éxtasis, ese entusiasmo primario, sea lo mismo, lo mismo, no se puede. Y yo que veo todo deslucido mientras camino más lejos, siendo yo y no ellos los que se deslucen, qué cosas. Ir haciendo la vida porque sí, porque soy Colombia en sangre y tengo que demostrarlo, o el amor por lo que me hizo y donde me pusieron, no. Hay que preguntarse. Ni siquiera los libros que son, supuestamente, mi estandarte, mi corazón pintado en papel, quién me viera aquí adentro, con ganas de escupirle a Céline porque una vez cruza la puerta parece que se queda callado o simplemente dice bobadas de chismoso peluquero. Hay que salir de aquí para verlo en su grandilocuencia, y a mí también. Lo que quiero que me conforte, la certeza que estoy fabricando adentro, es que es sólo aquí, con este siempre no hacer nada, sólo aquí que no quiero ni veo por qué querer seguir. Será que soy alérgico a los muros. Hace falta estar más tiempo afuera, buscando razones en los palitos de dientes, en las sopas calientes que me sirven sin despabilar, en todos los detalles que hacen más real lo que escribo. Quizás. Tendré que enfrentarme más al aire fuera de aquí, hay que buscar más argucias para no terminar diciendo que es la vida de hoy la que me tiende la cuerda al cuello porque estoy seguro que no es así, otros sintieron lo mismo en otras alturas de la Historia, pero no tengo ganas de equiparar la abalanza. C’est la vie d’aujourd’hui… Ahora, cómo harán estas gentes para seguir plácidos, sin preguntarse o adivinar por qué putas algo no se siente bien y ha de haber una razón. Será por eso, porque no preguntan, que siguen como si nada pasara y adentro la vida grita, escarbando entre las carnes con esas uñas de mármol frío y afilado. No se preguntan, yo por qué lo hago. Si sé que me va a dejar tirado, cansado de no hacer nada y con una imagen de vivir de puta saliendo de jornada. Hay cosas mejores, amigos. Hace mucho rato que sólo me siento bien viendo las cosas tras el alcohol. Y eso porque no demanda esfuerzo alguno, porque me siento y la embriaguez llega parcialmente, tranquilo en mi mesa, en mi obstinación de recipiente, cada vez más ligero, menos control, menos conciencia, menos tortura, más felicidad. La embriaguez, habría que examinarla. No tengo nada en contra, antes me inclino sobre ella. Sólo pregunto: por qué con los ojos simplemente abiertos no hay también luz suave, calma entre el pandemonio, y placidez… No no, esas son cosas que no entiendo, y aunque realmente quiero, no pretendo entender. La condición humana, qué escenario de mierda para muñequitas chic. Algún día repetiré eso y me sentiré orgulloso de haberlo dicho. Dirán que estoy pelao, me falta llegar más arriba, pero hasta ahora no me ha gustado esto, ¿para qué? Y no ha habido sufrimiento mayor. Pero es muy vano estar por ahí buscando cómo está uno mejor, brincando entre piedritas la mejor corriente de viento para el calor y desde lejos te ves como un estúpido en esas búsquedas de nada, sin sentido, cayéndote y parándote también para nada, igual le daría a todos que te quedaras ahí. Pero toca seguir dándole, con qué objeto, no sé, para qué, menos, para quién… Será ésa la única razón que tengo clara para seguir viviendo: haciendo realidad los sueños de otros, por decir algo. La humanidad se esfuerza mucho por mantenerse viva, es verdad. Y si no, mira los noticieros. No estaría mal que nos extinguiéramos ya y así no tendría que buscar formas de auto-control y esfuerzo en aras de conseguir algo, que ya sé me van a ordenar. Yo no quiero nada, es cierto. Ni vivir tranquilo quiero ya, es más, eso es lo que menos quiero, la pasividad me viene acechando, corroyendo. Si me dejan, les pido que hagan de esto lo menos fatigoso y doloroso posible porque la sensualidad se me desvaneció hace rato y no fue culpa mía…

No hay comentarios: