Me gustó bastante andar en los pasos que quiero estar, aunque a veces no me siento bien con escritura en tercera persona. Ella se va…
Libros, tangos, poesía y vino para no mirar de frente.
A fuerza de no ser capaz de nada, sólo llenaré con retazos esta alcancía.
Mi vida gira en contradicción… Contracorriente y con la vista en horizontes recién pintados, hic et nunc equivocado…
Volví. Es divertido hacer parte del regreso y no haberse quedado, tal vez perdido en un ronquido o en, qué sé yo, una ola de alcohol. Otra vez la silla vacía, la que siempre me tocó a mí. Las caras vuelven a saludarte, a mirarte, a escrutarte y seguís derecho porque en algún pecho tocará perderse hoy. Las aceras y los perros me dan la bienvenida.
Y seguís dormido, de todos modos. Tengo que hacer un esfuerzo por salirme un poco, traicionar el café de la tarde en la cantina de siempre. Todavía estoy enredado en esa tensión de haberme volcado sobre mis pasos de siempre.
Solo, como sólo a veces se puede estar, como la palmera en la tormenta, con poca luz, como no muchos quieren estar...
En medio de la ciudad. Letras sobre vampiros, agua gasificada y canciones que levantan bosques en la piel.
Tus tardecitas en Buenos Aires, ¿cómo son? Suena al fondo, como un lamento sordo, la voz del tango en rezongos y yo aquí todavía solo. Ya sin nada que decirte pero sin querer dejarte, tan poquito tuyo en mi mano, sólo por eso… Buenos Aires, esa ciudad plateada me llama mucho la atención. Si pudiera suspender todo al chasquear los dedos y listo... Pensándolo bien, frotar los dedos con un poquito de fuerza en la fricción no es algo tan difícil. El pulgar liberado se dirige al contacto y no hay compromisos oficiales, se tocan en una caricia sorda y la Academia desaparece con cartones, promesas y créditos; un último frote violento de sangre y sangre: mi Buenos Aires querido, metáfora de encuentros en un ojo hacia adentro bien lejos, Argentina… La ventaja de no pertenecer: tocará cantarle algún día.
A penas cuarenta y cuatro, ya quisera que fueran mil tres; mañana, no sé…
Cuando quiero caminar, sólo quiero que me miren y no digan más que eso, está caminando, y no que estoy loco porque no los miro al pasar.
El perro despierta y sigue buscando comida. No se pregunta por qué…
No, no está bien. Debería estar en otras cosas. Por ejemplo pensando en escribir algo bien escrito. No, eso no me interesa. Hay muchos en eso y a demás todavía soy un niño para eso.
Es clásico, mientras más tenés que hacer, menos ganas te dan de esas cosas. Y ahí están también los recuerdos para que te salven un rato. Ahí estás vos. Hoy, como tengo que hacer todo lo que no quiero, me salvan estos momentos donde hago a mi antojo. Ahí, darte un saludo, por ejemplo. Eso hará bien por ahora…
Libros, tangos, poesía y vino para no mirar de frente.
A fuerza de no ser capaz de nada, sólo llenaré con retazos esta alcancía.
Mi vida gira en contradicción… Contracorriente y con la vista en horizontes recién pintados, hic et nunc equivocado…
Volví. Es divertido hacer parte del regreso y no haberse quedado, tal vez perdido en un ronquido o en, qué sé yo, una ola de alcohol. Otra vez la silla vacía, la que siempre me tocó a mí. Las caras vuelven a saludarte, a mirarte, a escrutarte y seguís derecho porque en algún pecho tocará perderse hoy. Las aceras y los perros me dan la bienvenida.
Y seguís dormido, de todos modos. Tengo que hacer un esfuerzo por salirme un poco, traicionar el café de la tarde en la cantina de siempre. Todavía estoy enredado en esa tensión de haberme volcado sobre mis pasos de siempre.
Solo, como sólo a veces se puede estar, como la palmera en la tormenta, con poca luz, como no muchos quieren estar...
En medio de la ciudad. Letras sobre vampiros, agua gasificada y canciones que levantan bosques en la piel.
Tus tardecitas en Buenos Aires, ¿cómo son? Suena al fondo, como un lamento sordo, la voz del tango en rezongos y yo aquí todavía solo. Ya sin nada que decirte pero sin querer dejarte, tan poquito tuyo en mi mano, sólo por eso… Buenos Aires, esa ciudad plateada me llama mucho la atención. Si pudiera suspender todo al chasquear los dedos y listo... Pensándolo bien, frotar los dedos con un poquito de fuerza en la fricción no es algo tan difícil. El pulgar liberado se dirige al contacto y no hay compromisos oficiales, se tocan en una caricia sorda y la Academia desaparece con cartones, promesas y créditos; un último frote violento de sangre y sangre: mi Buenos Aires querido, metáfora de encuentros en un ojo hacia adentro bien lejos, Argentina… La ventaja de no pertenecer: tocará cantarle algún día.
A penas cuarenta y cuatro, ya quisera que fueran mil tres; mañana, no sé…
Cuando quiero caminar, sólo quiero que me miren y no digan más que eso, está caminando, y no que estoy loco porque no los miro al pasar.
El perro despierta y sigue buscando comida. No se pregunta por qué…
No, no está bien. Debería estar en otras cosas. Por ejemplo pensando en escribir algo bien escrito. No, eso no me interesa. Hay muchos en eso y a demás todavía soy un niño para eso.
Es clásico, mientras más tenés que hacer, menos ganas te dan de esas cosas. Y ahí están también los recuerdos para que te salven un rato. Ahí estás vos. Hoy, como tengo que hacer todo lo que no quiero, me salvan estos momentos donde hago a mi antojo. Ahí, darte un saludo, por ejemplo. Eso hará bien por ahora…
1 comentario:
Yo tengo días donde prefiero caminar sin tan siquiera ser observada, y otros quisiera por un instante sentirme parte del mundo.
un abrazo
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