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viernes, 13 de noviembre de 2009

Personajes II


Saber estar solo por toda tu vida es una afrenta al mundo que, tarde o temprano, te lo hará pagar. No necesitaste anillos para vivir tranquilo hasta las canas. No adoptaste la ambición como modo para figurar en los registros oficiales. Le tomaste travesía a la imagen modelo. Y aprendiste a vivir. A tu modo. Pero no creas que no se dieron cuenta. El tiempo fue haciendo a los demás serios, definitivos. Unos que mueren, otros con hogar y domicilio. Domesticados. Pasan callados y te observan. Te envidian y te sienten lástima. Todos. Biliosos.

Escogiste ser otra cosa y recibes a la gente detrás de la barra. Los amigos que quedan te visitan a las seis y toman cerveza al clima. Pero te observan. Al llegar, la mirada fría, escrutadora. El resto es alcohol. Descifran tu vida mientras sirves los tragos. ¿Por qué solo? ¿Hasta cuándo? ¿Cómo resiste? ¿De qué se agarra?, y somos amigos mientras te doy la mano. Ay, pero no te perdonarán nunca el no haber sido como ellos. Que no hayas conocido el amor de folios y agua bendita, que no hayas abandonado el pacto de las copas, que hayas seguido siendo el mismo. No te lo perdonan y tú lo sabes en la soledad de las cinco de la tarde cuando sólo habla el papel periódico. A esas horas el mundo te cobra tu independencia de hombre no domesticado.

Por eso la cantina. Si no fuera esto, toda la vida sería las cinco de la tarde, cómo… Hay que tener gente cerca para tropezarse. La música, el aguardiente, el discurso de los desconsolados. Gracias a Dios por este santuario de borracheras. Es tu forma del ritmo seguro. Si hay puesto en las mesas, ya te aseguraste la visita y que corra el reloj, estoy acompañado. No se da uno tanta cuenta. La gente en el lugar te habla, te invita. Obvias el hecho de que afuera te saluda una fotografía familiar camino a casa.

A la una y treinta te vuelven a recordar que no hay nadie calentándote la cama. ¿Por qué no estirar el jergón dentro de la barra? La cuchilla de afeitar no la verán encima del enfriador… Cuántos aguardientes más harán falta… para no saber nada… Viste cómo te saludaban y te observaban al pasar… Mira cómo te cobran la insolencia. A lo mejor siguen pasando para ver si sigues vivo. Y esa mueca en la cara no es que los estén apretando para que se apresure, no… es la decepción que les causa ver que no te has matado todavía…

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