La censura es una institución que siempre ha estado ligada al devenir de la literatura. ¿Por qué? ¿Cómo? Mientras haya alguien que quiera decir algo, habrá siempre alguien más al otro lado que, por alguna razón, no querrá oírlo. Ni querrá que otros lo oigan. Y si está en el poder, no permitirá ni siquiera que lo diga. ¿Qué dijo el que quiere decir algo? ¿Por qué al otro lado no quieren oírlo? Antes de empezar la indagación, no me lo había preguntado, y me inflamaba el hecho de saber a García Lorca fusilado —asesinado. Todavía lo hace. Al retirar unos cuantos velos turbadores, fruto de la investigación, puedo entender mejor el asunto. Escribir ha enviado a miles al exilio. A la muerte. Escribir es una actividad que ofende, dice Coetzee. Y en esta ofensa radica la indignación del otro, el repudio y, en última instancia, si la ofensa es recibida en altas esferas, la censura oficial.
La censura, muéstrese como sea, tiene como antecedente tanto la ofensa como la intolerancia a esa ofensa. Digamos que en Colombia no censuran tanto como matan. Se ahorran llegar hasta allá, es un decir. Partimos del hecho de ser heterogéneos. Colombia, unión abstracta de diez mil diferencias. Sin embargo, cuando alguien se atreve —porque es un acto de valentía— a decir lo que no habían dicho por novedoso, por ignorancia, por peligroso, por lo que sea, se levantan contra él en reprimenda, si no en metralla. Y no creo que sea una inclinación natural a la violencia. Insisto en negarme a esto. Creo, no obstante, que hay una aversión hacia lo diferente —así no sea subversivo— y de esto también se alimenta el censor. Estas actitudes, que no es mi trabajo juzgarlas, son constantes que me interesan y justifican ellas mismas mi elección del tema.
Aficionados que somos a datos curiosos, el caso de Rushdie, que no es tan curioso, me dio más razones para seguir indagando. Es sencillo: ¿qué es un libro para que un Estado, una cultura, una religión enfilen sus armas hacia su autor? ¿Por qué puede molestar tanto un libro? El mismo Reinaldo Arenas no entendía por qué el gobierno cubano lo perseguía tanto si lo único que él hacía era escribir. No es tan sencillo en realidad. La figura del escritor es temible. Agita, inquieta, genera efervescencia. Los gobiernos saben esto. El poder también. Que hable Picasso: “¿Qué piensan ustedes que sea un artista? ¿Un imbécil hecho sólo de ojos, si es pintor, o de oídos, si es músico, o de corazón en forma de lira, si es poeta, o aún hecho sólo de músculo, si se trata de un púgil? Muy por el contrario, él es a un solo tiempo un ser político, siempre alerta a los acontecimientos tristes, alegres, violentos, ante los cuales reacciona de todas las maneras.”
Un antecedente bastante importante en la historia de la literatura relacionado con la censura es el Index Librorum Prohibitorum. En él figuraban todos los títulos que atentaban contra la moral, según la Iglesia Católica. Claro que mi propósito aquí no es exponer el Index. Lo rescato como un elemento más de motivación. Y más por algo que le oí decir a alguien, creo que fue al profesor José Guillermo Anjel en alguna de sus clases, lo cito con temor a equivocarme. Decía que esta lista de libros prohibidos se había vuelto un catálogo de títulos que un hombre culto debería leer. Una mirada rápida sobre los nombres registrados confirma esta opinión.
“Contra la censura: Ensayos sobre la pasión por silencia” —J.M. Coetzee. Hablando de textos donde se reflexiona hondamente sobre el tema. A esta obra volveré con frecuencia. Digamos que la información está en el aire. Siempre oímos de casos concretos donde la censura mete su mano para revolcarlo todo. Hablan de derechos humanos inalienables. A eso estoy acostumbrado. A lo que no, y por eso agradezco al autor, es a un análisis más amplio del fenómeno. Parece que esto aburre a la gente y las letras muertes hoy también son mercado. Coetzee es un intelectual. Hombre de libros. Ésa es su mirada, de ahí su lectura. Entonces recurre a disciplinas que puedan aportar. Y su testimonio se hace así digno de ser tomado en cuenta.