El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

lunes, 31 de agosto de 2009

Algo sobre las noches, el vino, lo que esto enreda...



No me podía ir a la cama sin decir nada. La verdad es que sí puedo y estas cosas las hago para ennoblecerme un poco. Decir algo… La ves salir por esa puerta dejando un mundo de posibilidades al veneno de esta imaginación biliosa. A dañarse por dentro… Es lo que quería. Por respetar las decisiones de los demás, ahora montamos sonrisas prefabricadas para no molestar a nadie. Yo respeto la sinceridad que me dio en un billete. Es eso lo que me molesta, volver a lo mismo: y yo pregonando la honorabilidad del dolor… Pero no cuando estás con él encima, sin poder hacer nada, temblado de frío o de rabia, o por el alcohol. Otra vez esta inclinación natural a la tristeza.

Hay que perseguir los buenos olores. Yo no soy nadie para decirlo así, sin guantes, —como Julio—, pero tampoco lo puedo evitar. Es mi vergüenza ser proclive a esta hipersensibilidad, a los tentáculos ineptos de ese aliento. Que sea esto, ¡otra vez!, una excusa para inundar esta soledad sin color de letras, de cansancio y de efluvios de alcohol, por todos lados. No quiero ver nada, ni oír, ni saberla en ningún lado haciendo lo que tiene que hacer, no me da la gana. No busco quien me dé cátedra del llanto. Dicen que eso es estar vivo. Pero quién quiere ese discurrir de sangre empantanada. ¿Quién? ¿Para qué? ¿Quién es el trágico infinito, el infinito güevón? Si no cambiás y mirás que la vida está siempre afuera y no vas a buscarla, se te va a morir el alma en estos papeles, todo un deleite para los demás.

No vas a sacar ni el más mínimo deleite de haber estado vivo. Respetar a los otros, sus decisiones y ojalá su mueca sea siempre una sonrisa, qué va… ¿Quién te va a respetar a vos? No le importás a nadie aunque muestren interés por lo que escribiste en esa servilleta. Todos mantienen los ojos puestos en su propio pulso, no más. Y tienen razón en ser así porque anoche ese violín sonó sólo para mí, y que se acabe esto, no me quitan el violín a las cuatro de la mañana ni ella, ni este amor gris, ni nada. Una puta noche es todo lo que tengo para defenderme, ni siquiera la hora de estudio o el gol de Eto’o esta mañana. Todo eso se puede corromper llevándome invariablemente al recuerdo. Pero la noche pasada, un poquito sucia y fría y heterodoxa, pero personal y humana, muy humana. Yo me quedo con eso, los demás que conserven su sinceridad de guillotina. Les doy todo eso, incluso a la mujer que j’hais autant que je l’aime. Me queda el violín hasta que lo olvide, ya que tenerla cerca lo predispone la suerte de un mejor aroma.

Me podría ir a la cama... A debatirme en una tensión amarga sobre las posibilidad: carnes trémulas... Eso siempre y cuando lo quiera. Mas, si he de recordar para poblar este lujo de desierto, por qué no acercar la lucidez de humo de anoche. Entre tanta sordidez, esa hermandad suave, espontánea, ebria hasta los cordones. Cómo no querer que sean éstos los que me llenen la cabeza de ruidos. Las guitarras con sueño, las exposiciones trasnochadas de todo tipo de problemas, el cariño hacia los que ni sospechas. Lo de anoche, eso está muy cerca de parecerse a la vida. Cuántos niños afuera, niños austeros con identidad en la billetera, tomándose el Leteo a sorbos. Cómo no rendirse a la seducción y dejar de mirar tanto para atrás. Esas hacen valederas noches como ésta, le da color a este hastío sin aderezos, sin sensualidad alguna, una obra maestra de la estupidez. Si no fuera porque en cualquier momento me ven sentado ahí otra vez, para qué seguir empecinado en esta fricción contra todas las paredes del mundo…

Agosto 29, 2009
Santa Rosa de Osos

El insomnio es miedo a que te vean despierto...


El insomnio es miedo a que te vean despierto. Un recuento desprevenido de lo que no has hecho. Una veta de luz a través de los bordes de la puerta. Imágenes a olvidar. Pasos afuera de la casa. Mensajes a la mujer que devorás dormido. Masturbación. El insomnio es una forma de matar al que no te deja dormir. Es un sueño mucho más pesado porque es real, y mañana todo seguirá siendo lo mismo, incluso peor. Son cosas de no entender. Insomnio son los papeles que se caen del borde de la cama. La muerte progresiva de tus uñas. Paseos trastabillados al baño. Ojos irritados. Dolor de correa. A esta hora hasta los santos duermen. Sólo los perros siguen siendo perros. El insomnio es una cita amarilla de la novela que no has podido terminar. Es un muy mal dibujo. Es el miedo a que te sorprendan con un lápiz en la mano a las primeras horas de luz. Está fuera de la naturaleza del hombre los lápices en la aurora. Es un mensaje a la mujer: miraba mis uñas y me acordé de vos... Es una cachetada de clavos. Es un sueño al revés. El insomnio es un adiós sin luz, una caricia del suicidio amaneciendo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Quizás todo eso fuera una simple justificación.
Pero yo no tendría por qué sentirme tan triste, es cierto.
Es cuestión de ser consecuente o con la sangre, o con la vida,
como lo quieran llamar.

A mí no me da lo mismo:
No es seguir el camino menos tomado, o viceversa…
No es quedarse quieto y dejar de mover la cabeza
porque buscás y no la ves por ningún lado —no está.

Yo no quiero un camino en el que no pueda andar...

lunes, 17 de agosto de 2009

Plaf, o Recordar es volver a caerse...


Le quería decir antes de verla salir corriendo:

Escribir, dicen, es organizar lo caótico hablado. Pero escribirte no tiene por qué ser ordenado, no debe… Por ejemplo cuando pienso en vos, eso es llenarse de excusas, de palabras, de ojos y uñas —¿y si digo de sueños? Un montón de cosas, como la vida. Y ése debe ser el encanto, porque mirá como suena Caetano al fondo, a mí me toca escribir en esta cama sucia, afuera se retuercen a gritos, como siempre; las campanas bel-bel-bel —vos las estás escuchando… Ves cómo todo es simultáneo, a la vez, promiscuo, y el orden dónde quedó, tomándose un tintico mientras pasan las fiestas. El orden no es conmigo cuando tengo tu cara al frente, afectada, con los ojos bien abiertos porque dije algo que de alguna forma te gustó, de seguir preguntando, sin querer respuestas, qué es oler a siempre, me gusta tanto eso, suena como a Eternidad, la menos triste de todas, la que también te incluye. La que dice que olés a… olés… a café, a café con un palito de plástico en la boca, y a… verde y azul. Esto es difícil. Olés a Niebla, y a Attilio, qué lindo Attilio, y se la encontraba en todos lados: ¿usted aquí en Bagdad?, pero qué coincidencia… Olés tanto a esa película. Y a Raul Paz, a piedritas mojadas, a Medellín con vos, a Medellín sin vos, a todos los lugares sin vos. Sabés, olías a mí después de abrazarte tanto… olíamos a siempre siempre… ¡Siempre!

Era eso…

miércoles, 5 de agosto de 2009

Con Pessoa..

Quiero empeñarme en una serie de reflexiones sobre la figura de un poeta. Tras haber leído uno de sus textos, no sé qué pasó, creo que me dio la gana de empezar a formular preguntas y decir al aire lo que pensaba mientras estaba ahí. Lo digo porque sé que nadie lo leerá, si no, como dice Julio, escribiría cosas importantes. Entonces, a lo que pueda llegar pensando en la misma cosa la comparto aquí, un poco como terapia de autocomplacencia, o no...


Con Pessoa...

Es tan fácil decir tonterías… Cuando quieres ser serio y prufundo, dejando por sentando lo trascendental. Mirás cómo se ve tu figura en el vidrio del cuadro de la pared al frente, y estás solo. Querés decir cosas importantes para obviarte un poco. Tenía pensado hablar de Pessoa, de las cosas que dijo. Y no sé cómo. Estar solo te distrae, en cada movimiento ves una posible compañía, Qué diría ella… Hablo un poco sobre Álvaro de Campos: no hace mucho me acercaron a una antología recién editada de la poesía de Pessoa. Pensás que ya te has asombrado lo suficiente…

Si es poesía, terminás invariablemente callado. Sólo habla el café. Buscás la forma de decirlo —sin ni siquiera saber qué decir. No sabés… Parece que es indispensable ser el mismo que lo escribe para poder comentarlo, y no el que desde tan lejos se tiene con las manos para pensar en algo. Para poder aceptar que tampoco es silencio… Cuando te tapan la boca, cuántos gritos se oyen adentro, no dejan de bramar. Ludwing se quejaba de Dios que insistía en decirle cosas al oído; ¡no es silencio! Estoy muy lejos de la condición del poeta: mi soledad no puede ser tan sublime… los demás no pueden ser tan abyectos…