El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

martes, 16 de junio de 2009

El mundo vive afuera y yo no salgo de la cáscara donde me cocino en esta tensión ingenua sobre una fotografía.



Que el mundo se pueda abarcar en una mirada amplia, como en un abrazo —que yo pudiera, y así no tendría que mirar con tanta sospecha a estas novelas misántropas. Pero… no, no puedo ver el mundo con ojos prestados, no quiero. Porque estás en el café de siempre, probándote las palabras de los otros. Las conversaciones se te pegan a los dedos de la mano, las redes en los campos de fútbol, a lo mejor el viento y sí, todo es simultáneo y espontáneo, son los niños y el baile sensual de pasiones en las jovencitas de máscara. El mundo vive afuera y yo no salgo de la cáscara donde me cocino en esta tensión ingenua sobre una fotografía. No creo deba salir de aquí, entonces el resto del todo al que todavía pertenezco puede y tiene que seguir sin mí por un momento. Abdico de mi derecho. Estoy reservado a la poquita luz de la figura, a los gestos arrugados de algodón. Me quedaría sin problema en esta religión tranquila...

No está mal, porque los aviones siguen arriba, igual los ascensores y los hombres. Todos sin agitarse porque saben, deberían saberlo, que en algún momento tengo que despertar y sacudirme los restos de la hierba seca del sueño. Los voy a mirar, ellos saben, vuelvo a la sucesión gastada de todas las miradas, todos los días, después de vacilar un poco. A hendir de nuevo las calles queriendo entenderlas y contarlas, olvidando luego las ganas y resbalando en una suave duermevela de impotencia dulce y progresiva. Todo está bien por ahora: habré vuelto a ser hombre y la foto, otra vez fotografía…

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