Paso el tiempo en una librería del centro. Leía la otra vez en la contraportada de un libro que no podía comprar, que el mérito de aquel escritor era haber sabido describir su vacío. Debió haber sido en realidad un genio para sí y el resto del mundo. Cómo narrar el vacío… Me resbalo en un suelo enjabonado y no tengo donde agarrarme. Se van cerrando las cosas, se van perdiendo los nombres y el rosado de El tragasables ya no es tan eléctrico ni tan rosado. Las luces brillan por inercia. El mundo es la novela de un pésimo escritor...
El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...
lunes, 15 de junio de 2009
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