Abrió la boca para decir algo. Todos se le habían ido encima. Porque dijo que el título de un texto cualquiera en el mar ancho de los textos podía ser mejor. Hasta lo tacharon de traicionero de la lengua, incompetente que no ha pensado nada y ellos, vividos, comunes, ya lo sabían todo. "Mero show", pensaba sentado en el auditorio a la hora del almuerzo. Había ido con Sombreros, compañera de Hermenéutica, y no conocía a nadie. Al frente alguien había leído un texto casi hermoso y a Tano el título no le había parecido. La historia de un hombre perdido en la Guajira que buscaba una mujer para casarse ―así tocara pagarla―, tenía que ser El comprador de mujeres, a secas, y digo que es descaro. Yo he conocido horas oscuras a causa de las mujeres. Yo casi conozco a Albeiro, personaje indigno de su nombre, y llamarlo comprador de mujeres es eso, un descaro.
En el salón no había veinte personas, todos se reconocían y su interlocutor hablaba con cada uno de ellos en íntima segunda persona. Su fuerte eran los chistes. Por fuerte, mediocre. Tano había levantado la mano y conseguido la voz del foro. Preguntó al del frente y al autor del texto invitado si, por casualidad, no se les ocurrió a ellos, como a él, que una entidad biográfica como Albeiro, bajo el título propuesto, tendría que pasar por proxeneta o chulo, ¡sí!, así se riera el señor plateado de la derecha que hablaba bien e iteraba. O el motivo de la tremenda acción que había llevado a Albero a la Guajira merecía un trato tan falto de la pietá neorrealista. Explicó, adepto a la lógica del uno más uno es dos, que la semántica, fuente de información para los indecisos y los inspirados, dice: a los hombres de hoy el semantema comprar junto a mujer les connota tráfico sexual. Elías, el multinterlocutor, sonó una voz confiada que ya todos conocían:
―Evidentemente estás forzando los términos ―dijo, y confirmó mirando a los demás, como diciendo que el tema se había acabado, riéndose sin chiste. Tano no pidió permiso esta vez y, como había aprendido, interrumpió admitiendo primero, luego atacando.
―Un personaje como Albero... sí, suena mucho mejor así: Albero es el encuentro afortunado de circunstancias que lo hacen esencialmente riquísimo. El título sugiere que lo importante es que compra mujeres y, como lo han dicho otros, no es mujeres lo que compra, es una sola, una ―por supuesto que Tano sabía que eliminando el plural, el título se derrumbaría: El comprador de una mujer, eso no vende ni agua en Atacama. Al ver como los interlocutores ya no defendían una idea, en el sentido sistemático de los conceptos, sino una preferencia, Tano pensó que no era necesario molestar a nadie que gastara su mediodía comentando literatura… Ellos nunca han defendido la razón, válgales Dios. Les basta la poesía.
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