Tendría que estar explicándole a alguien por qué me preocupa la soledad, yo sé, incluso a otra mostrarle mi mejor Abelardoliveira, pero no podía. Cómo querés que no te tenga dando vueltas en estas puertas matutinas trasnochadas que es recordarte, ah… Es mejor concentrarse en esta confusión de la noche que seguir directo a la cama sin zaguán ni amuse bouche (cuánto me cobrarían este esnobismo chic y este paréntesis cabreriano), hasta mañana. Digo que al final de la noche, la pública, que no siempre es la más elaborada o sucia, te me aparecés, como el fantasmita trabado que sos, y seguís entre las teclas que no pueden sonar pasito, saltando, sacando la lengua como para tocarme. Entonces, volví. Sí, pensar sólo en vos, encima del hambre y del colchón. La noche de la otra noche, cuando no me dijiste qué hacer. Yo pensaba que el paisaje que me prometiste al montarme al carro, al reclamarte una vueltica antes de dormir iba a ser un saludo de monte, ligero y explícito, a todos mis amigos. Los encontré en el dibujo de las puertas que se cerraban porque queríamos privacidad, en un cuartico privado. En un juego en el que yo seguía sin saber… Terminé enrollado en un preámbulo al jacuzzi mientras me babeaba al ver que un teléfono sabe hacer tantas cosas con sólo oprimir el nueve. Digamos que, como te lo dije cuando ni me oías y tenía mi dedo en la oreja, fue cuestión de entender la diferencia entre tres o cuatro letras que hasta suenan parecido… Por ahí estaba yo, evitando esos abismos que se lo llevan a uno cuando levanta la cara… No es que lo entienda ya, de nada me serviría entenderlo, pero volver sobre estas cosas te motiva, a no sé qué, a volverte humo literario, lo que debió ser y no lo que fue.
El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...
jueves, 18 de febrero de 2010
De lo que te voy a hablar...
No sé si le gustará, no sé si yo deba volver público esto que nada tiene de interesante (ni para los hombres ni para los perros), de eso que la gente ilustre sabe hacer. Debería reprimirlo también porque ella, que sigue viva, lo podría ver y los que la ven a ella y los que ni la pueden ver. Uno debería ser cuidadoso, pero tengo y hay tantos adentro que el cuidadoso queda reducido y eclipsado y todas esas palabras que se inventaron para decir lo que quiero decir... Sin ado más lejos, le deposito en su casillero esto que ya conoce, Malbaynaz, querida, me acordé que necesitaba a alguien que no tuviera vocación de contador de arena, de esos crononeuróticos, y te aparecés olvidada del olvido... Loynaz, yo me dije que qué bueno escribirle algo pa que no se olvide de mí, que dejo de ver a la gente y siento que me olvidan, como un recuerdo maluco después del sueño, pero ya no era necesario porque me lo dijiste en secreto por la ventanita. De todos modos, concluí, le podía decir algo, como para asegurme de que no me olvidaran, olvidaras, olvidaranas, malva blues, y escribí esto menosprimiendo el instinto de preservación que nos amarra los dedos desde arriba. A pesar de que me tocó escribir con los poquitos dedos que tenía libres, como haciendo los pinceles de cabello de viejo calvo de los que habla Juan Efe, me (aunque viéndolo bien, tampoco es tan terrible hacerlo, puede que haya estado echando babas todo el tiempo, con la boca en forma de nube, disculpe usted, señorita, ¿Lumiere Blanche?)...
Un saludo con amor elmánico —no es tan raro como dicen y ven, en serio.
Firma: Jostaf...
Posdata, ta: lo de elmánico es pura postura nomás, eufonía, ya sabés cómo me gusta la música...
miércoles, 3 de febrero de 2010
Puta de las cosas que pasan. Cigarrillos. Eso es la noche, y un poquito de música. Digo puta queriendo decir más, pero sólo me acuerdo que la noche es un infierno en potencia, y cómo se agita la gente ardiendo. Se chocan y rebotan. Cuando paré de rodar estaba en otra cama. Todavía me estaba moviendo. ¿En otra cama? Entonces había que despertarse porque jugar con cuerpos prestados es ejercicio prestidigitador, y si te expones demasiado, te traga el Maelström. Soy muy pequeño para estos comportamientos tan humanos. Luego se despiertan, vuelven a rodar como piedra de Sísifo o de Gabriel y violan al hombre y sus ideas. Cómo nos creemos de grandes dentro del remolino… Bajen bajen… ingenuos dioses caídos… putos libres desadaptados… perros hambrientos sin casa… Cuando vuelvan al ritmo seguro del tinto a quinientos van a sentir las miradas, párvulos, no sean tan ustedes que eso hace daño. No sean tan ustedes que en la casa bonita de la esquina no dejan dormir a la señora y ya ha sufrido bastante. Seguimos hablando… No ves que ya es de día y estamos borrachos como un camión, como una mata verde que da frutas y emborracha. Adiós adiós adiós adiós, más tarde seguimos bailando, quiero decir mañana, más tarde, ¿bueno?... Adiós…
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