lunes, 17 de diciembre de 2012
Un punto de vista
Itinerario de un fragmento de un día
Salíle al camino con mis músicas a cuestas, despistado y friolento, de cara abierta al viento helado y a los carros ‘hora pico’, árboles iluminados a los lados del bulevar envueltos en redes de bombillitos que se continuaban en cada tronco de la Commonwelath. Al comienzo de la calle, me acordé, hay una estatua de Sarmiento… la particularísima Latinoamérica decimonónica presente en las calles de Back Bay. ...redes regadas en cada tronco, bulevar a media luz, ciudad setentrional de gentes diferentes… Pensé en los veinte niños muertos la mañananterior, que vi en los noticieros y en periódicos quencontrén el bistró. No me daba tristeza sino duda y quería, entonces, sentarme a leer mal pensando en el policía encargado devacuar el resto de los niños diciéndoles, al cruzar entre los cadáveres –itos, que se taparan los ojos para no ver la sangre, decía el periódico. Se me salió una pregunta al artículo del Globe y, llevando unos platos al dishwasher quizás dije cantando o mascullando friccionando los labios que ‘¿qué pasaría si uno de los niños se tropieza con uno de los cadáveres esparcidos por el azar de las pistolas, o se choca contra una mesa regada y para corregir el camino debe abrir los ojos y ver?’.
Las canciones quescuchaba eran del álbum del dosmilcinco 'En casa'. El autor era un cubano entregado al exilio en París. Una colección de doce canciones cuyo tema era la nostalgia, ora saudosa, ora jovial, ora talámica y nunca vulgar. Los sones afectados de un sensible me recordaban mi propia condición y, pasando árboles iluminados, esquivando, a veces a gran riesgo, taxis, sedans... me regaba en lágrimas unas cuantas cuadras, cántandole Raul Paz a cualquiera, bajando la cabeza al cruzarme con gentenrollada en ropa, dejándoles ver, a veces, el reflejo de las lámparas en mis cachetes mojados, ruborizados y buriel. Lloré, por ejemplo, con ‘Azul’. La conclusión que, primero, me sorprendió y, luego, mestremeció ―más por frío que por otra cosa pero mestremecí― aclaraba que no todo erazul… sí, sea, las caricias vuélvense azules con el tiempo, sí, las noticias son azules cuando no escarlata, sí, los días son de todos los colores pero a mí no me dieron sino azúleos y azulados… todo erazul menos los ojos della, “contradicción”, eran marrón. Los ojos della no eran azules como mis caminadas por la Commonwealth o los dólares verdes que recojo cada noche antes de registrar mi salida del bistró. Los ojos della eran de color noche abundante, prometedora, pletórica y hechizada. Los ojos della eran de color café por la mañana… yo asentíame a mí mismo y a Paz sin secarme la primera gota que volvíose luego línea brillante dividiéndome la mitad derecha de la cara… Me acercaba al Jardín público donde, hace dos noches, filosofé mayestático y mariguano con un colega de Bélice que recordaba frases ricas de Schopenhauer y sólo por estas citas me permito decir que filosofé: lo más cierto es que hablé a lengua suelta y loca y mie detrás de placas de cemento rugoso ―y sino mie el mausoleo de Benjamín Franklin fue porquel cementerio Granadin a las tres de la mañana ya estaba cerrado, pero yo no sabía…
Crucé el jardín de sudoeste a sudeste y me metí a un café… Maleí y leí bien a Bolaño… Lo que sucede cuando le abro un libro a este tipo es que me dan ganas de aprender lo quél supo… porque Bukowski la pasó lindo pero dejó una obra fea, puede que interesante y original y, para algunos vergas muerta, atractiva, pero Bolaño sí dejó monumentos narrativos de un nivel estético y técnico alto y de aportes filosófico y lingüístico y literario e histórico e irónico… Lo leo, me dan ganas de hacer lo quél y digo que no por argucias que me sé de memoria: que por esto que por no haber leído lo quél, por no haber cogido lo quél, por no tener una quinceava parte del genio narrativo queste hijueputa. Pero igual escribo porquescribir no es algo que haga por querer… ni siquiera por saber… es, simplemente, una orden subconsciente que recibo y performo con algún ingenio… escribir mes una condición y ya... El problema del hombre es tener que orinar. Tuve que buscar salida y luego no pude volver a concentrarme en Bolaño, además del deseo de tabaco que me da cuando interrumpo lo que venía haciendo. El macchiato, questácabándoseme, también quiere salir ya… ―Is there a…?, qué ganas de un Camel unfiltered… qué rica está esa muchacha… Todo lo que falta pa la película…
viernes, 7 de diciembre de 2012
Sobre el devenir de una play-list.
martes, 13 de marzo de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
Cita traducida —y traicionada, of course.
martes, 21 de febrero de 2012
"Alrededor de Borges está El Zhair, (sic)",...
…un texto cuasi científico donde traeríamos a Borges para analizar, dentro de las situaciones de su cuento, tres conceptos que son la obsesión, el olvido y, posteriormente, la locura. ‘¿Por quésos tres?’, puede preguntar Fernando, entonces le diríamos:
―Precisamente por las situaciones, Fernando.
I.
Borges, en El zahir, es cautivo de una moneda y, al momento de contárnoslo, se sabe untao del mal que representa la moneda que lo llevará, uno que otro día, al abismo que unos llaman locura pero él, Borges, sí sabe lo que es. Es importante destacar en qué estado del tiempo está el narrador con relación a lo narrado: en el penúltimo párrafo del cuento bien nos dice que para antes de 1948 ―estamos en los ´30 todavía― no sabré quien fue Borges, como aquél que se dio cuenta de que sestaba enloqueciendo. Y en el primer párrafo, que nos introduce a la trama por medio de una primera confesión, “no soy el quera entonces pero aún me es dado recordar”. Declarado el carácter analéptico de la narración: ocurrió en el pasado, pero un pasado no concluido, aún, al fin de cuentas, sigue vivo. Digámoslo de una vez ―pequeña disgresión―, Borges es a El zahir si bien autor, también personaje y, a demás, narrador. El narrador y el personaje son la misma carne. El narrador nos quiere contar una historia de la locura, bien contada, él mismo es el futuro loco que todavía no lo es. Aún, siquiera parcialmente, dice, soy Borges.
Y nadie dudaría ques el mismo Borges también el personaje: ¿qué tipo de persona suele verse padeciendo una obsesión cuyo objeto es una moneda corriente que, para el obseso, represéntale “un repertorio de futuros posibles”? ¿Quién ve en la moneda con que se compra un cigarrillo el óbolo del Caronte? ¡Borges!, ¿quién más? Hace falta la imaginería erudita y universal y compleja del argénteo para que pase por verosímil una tal obsesión. Ejemplo sea el texto del alemán Barlach que Borges encontró en una librería y citó por estar en él la explicación del mal que lo corroía. Era la divulgación histórica universal del Zahir. Después de leerlo, dice, ya sabía que nada lo podría salvar.
El azar le pone al personaje el Zahir en el camino cuando se consolaba éste de otra muerte, la de la mujer amada, ampliamente relatada antes. Pobre cuando confiesa que "movido por la más sincera de las pasiones argentinas, el esnobismo", senamoró de la judía "y que su muerte me afectó hasta las lágrimas". El lector pensaría el zahir como un paliativo al dolor de experimentar el recuerdo de Teodelina Villar perfeccionando su desdén por la muerte, un olvido anhelado que, sin saberlo, se convirtiría en peor martirio: el zahir, para los pueblos árabes, dice el alemán Barlach, significa eso que “tiene la terrible virtud de ser inolvidable”, indeleble, “y cuya imagen acaba por enloquecer a la gente”. El Zahir toma a Borges enlutado, caminando de noche en Buenos Aires, cursi dándole a la pena del puerto, en un barcito que le parecía vulgar, y ahí mismo le dio fiebre. ¿Por qué? Y efectivamente, no valió ni esnobismo sincero, se lo tragó el Zahir y más nunca volvió acordase de su Teodelina. Todo fue, incluso inicialmente lo recibe, el Zahir: tenerlo, tenerlo que perder, recordarlo, no recordarlo, tratar de olvidarlo, jactarse de haberlo olvidado recordándolo, al Zahir, perdido y nunca abandonado, reproducido, recreado, descifrado, agotado.
Y si bien el personaje olvidó a Teodelina, quien lo encuitara y cuyo olvido lo proporcionó el zahir, podría decirse, precisamente a causa desto que, hablando de El zahir, locura y olvido se habrán convertido en lo mismo, dada la premonición de Borges de no poder recordar, en algún por venir, otra cosa quel zahir, su única realidad futura; esto como primera conclusión.