Salí al camino después de trabajar seis
horas en el bistró. Básicamente a caminar. Quería verme una película que se
jactaba destrenar una nueva manera de hacer cine, más imágenes por segundo.
Tenía que comprobar la novedá. Lo nuevo me llama latención especialmente, por
obvias razones. Sequivoca quien define el esnobismo como unafectación por lo
nuevo. Se podría casi decir que la materia del esnobista está tan gastada… tan
abusada que lo nuevo fue hace mucho rato ya… Lo nuevo es, digamos, una
inauguración. Drexler, por ejemplo, inauguró las canciones líquidas. Y hoy,
aparentemente avanzado el tiempo, salir con algo novedoso puede que sea una
gesta digna de ladmiración humana… No que sirva mucho ser digno, pero… Y además
lo nuevo no es sino un olvido y nada más queso.
Salíle al camino con mis músicas a cuestas, despistado y friolento, de cara abierta al viento helado y a los carros ‘hora pico’, árboles iluminados a los lados del bulevar envueltos en redes de bombillitos que se continuaban en cada tronco de la Commonwelath. Al comienzo de la calle, me acordé, hay una estatua de Sarmiento… la particularísima Latinoamérica decimonónica presente en las calles de Back Bay. ...redes regadas en cada tronco, bulevar a media luz, ciudad setentrional de gentes diferentes… Pensé en los veinte niños muertos la mañananterior, que vi en los noticieros y en periódicos quencontrén el bistró. No me daba tristeza sino duda y quería, entonces, sentarme a leer mal pensando en el policía encargado devacuar el resto de los niños diciéndoles, al cruzar entre los cadáveres –itos, que se taparan los ojos para no ver la sangre, decía el periódico. Se me salió una pregunta al artículo del Globe y, llevando unos platos al dishwasher quizás dije cantando o mascullando friccionando los labios que ‘¿qué pasaría si uno de los niños se tropieza con uno de los cadáveres esparcidos por el azar de las pistolas, o se choca contra una mesa regada y para corregir el camino debe abrir los ojos y ver?’.
Las canciones quescuchaba eran del álbum del dosmilcinco 'En casa'. El autor era un cubano entregado al exilio en París. Una colección de doce canciones cuyo tema era la nostalgia, ora saudosa, ora jovial, ora talámica y nunca vulgar. Los sones afectados de un sensible me recordaban mi propia condición y, pasando árboles iluminados, esquivando, a veces a gran riesgo, taxis, sedans... me regaba en lágrimas unas cuantas cuadras, cántandole Raul Paz a cualquiera, bajando la cabeza al cruzarme con gentenrollada en ropa, dejándoles ver, a veces, el reflejo de las lámparas en mis cachetes mojados, ruborizados y buriel. Lloré, por ejemplo, con ‘Azul’. La conclusión que, primero, me sorprendió y, luego, mestremeció ―más por frío que por otra cosa pero mestremecí― aclaraba que no todo erazul… sí, sea, las caricias vuélvense azules con el tiempo, sí, las noticias son azules cuando no escarlata, sí, los días son de todos los colores pero a mí no me dieron sino azúleos y azulados… todo erazul menos los ojos della, “contradicción”, eran marrón. Los ojos della no eran azules como mis caminadas por la Commonwealth o los dólares verdes que recojo cada noche antes de registrar mi salida del bistró. Los ojos della eran de color noche abundante, prometedora, pletórica y hechizada. Los ojos della eran de color café por la mañana… yo asentíame a mí mismo y a Paz sin secarme la primera gota que volvíose luego línea brillante dividiéndome la mitad derecha de la cara… Me acercaba al Jardín público donde, hace dos noches, filosofé mayestático y mariguano con un colega de Bélice que recordaba frases ricas de Schopenhauer y sólo por estas citas me permito decir que filosofé: lo más cierto es que hablé a lengua suelta y loca y mie detrás de placas de cemento rugoso ―y sino mie el mausoleo de Benjamín Franklin fue porquel cementerio Granadin a las tres de la mañana ya estaba cerrado, pero yo no sabía…
Crucé el jardín de sudoeste a sudeste y me metí a un café… Maleí y leí bien a Bolaño… Lo que sucede cuando le abro un libro a este tipo es que me dan ganas de aprender lo quél supo… porque Bukowski la pasó lindo pero dejó una obra fea, puede que interesante y original y, para algunos vergas muerta, atractiva, pero Bolaño sí dejó monumentos narrativos de un nivel estético y técnico alto y de aportes filosófico y lingüístico y literario e histórico e irónico… Lo leo, me dan ganas de hacer lo quél y digo que no por argucias que me sé de memoria: que por esto que por no haber leído lo quél, por no haber cogido lo quél, por no tener una quinceava parte del genio narrativo queste hijueputa. Pero igual escribo porquescribir no es algo que haga por querer… ni siquiera por saber… es, simplemente, una orden subconsciente que recibo y performo con algún ingenio… escribir mes una condición y ya... El problema del hombre es tener que orinar. Tuve que buscar salida y luego no pude volver a concentrarme en Bolaño, además del deseo de tabaco que me da cuando interrumpo lo que venía haciendo. El macchiato, questácabándoseme, también quiere salir ya… ―Is there a…?, qué ganas de un Camel unfiltered… qué rica está esa muchacha… Todo lo que falta pa la película…
Salíle al camino con mis músicas a cuestas, despistado y friolento, de cara abierta al viento helado y a los carros ‘hora pico’, árboles iluminados a los lados del bulevar envueltos en redes de bombillitos que se continuaban en cada tronco de la Commonwelath. Al comienzo de la calle, me acordé, hay una estatua de Sarmiento… la particularísima Latinoamérica decimonónica presente en las calles de Back Bay. ...redes regadas en cada tronco, bulevar a media luz, ciudad setentrional de gentes diferentes… Pensé en los veinte niños muertos la mañananterior, que vi en los noticieros y en periódicos quencontrén el bistró. No me daba tristeza sino duda y quería, entonces, sentarme a leer mal pensando en el policía encargado devacuar el resto de los niños diciéndoles, al cruzar entre los cadáveres –itos, que se taparan los ojos para no ver la sangre, decía el periódico. Se me salió una pregunta al artículo del Globe y, llevando unos platos al dishwasher quizás dije cantando o mascullando friccionando los labios que ‘¿qué pasaría si uno de los niños se tropieza con uno de los cadáveres esparcidos por el azar de las pistolas, o se choca contra una mesa regada y para corregir el camino debe abrir los ojos y ver?’.
Las canciones quescuchaba eran del álbum del dosmilcinco 'En casa'. El autor era un cubano entregado al exilio en París. Una colección de doce canciones cuyo tema era la nostalgia, ora saudosa, ora jovial, ora talámica y nunca vulgar. Los sones afectados de un sensible me recordaban mi propia condición y, pasando árboles iluminados, esquivando, a veces a gran riesgo, taxis, sedans... me regaba en lágrimas unas cuantas cuadras, cántandole Raul Paz a cualquiera, bajando la cabeza al cruzarme con gentenrollada en ropa, dejándoles ver, a veces, el reflejo de las lámparas en mis cachetes mojados, ruborizados y buriel. Lloré, por ejemplo, con ‘Azul’. La conclusión que, primero, me sorprendió y, luego, mestremeció ―más por frío que por otra cosa pero mestremecí― aclaraba que no todo erazul… sí, sea, las caricias vuélvense azules con el tiempo, sí, las noticias son azules cuando no escarlata, sí, los días son de todos los colores pero a mí no me dieron sino azúleos y azulados… todo erazul menos los ojos della, “contradicción”, eran marrón. Los ojos della no eran azules como mis caminadas por la Commonwealth o los dólares verdes que recojo cada noche antes de registrar mi salida del bistró. Los ojos della eran de color noche abundante, prometedora, pletórica y hechizada. Los ojos della eran de color café por la mañana… yo asentíame a mí mismo y a Paz sin secarme la primera gota que volvíose luego línea brillante dividiéndome la mitad derecha de la cara… Me acercaba al Jardín público donde, hace dos noches, filosofé mayestático y mariguano con un colega de Bélice que recordaba frases ricas de Schopenhauer y sólo por estas citas me permito decir que filosofé: lo más cierto es que hablé a lengua suelta y loca y mie detrás de placas de cemento rugoso ―y sino mie el mausoleo de Benjamín Franklin fue porquel cementerio Granadin a las tres de la mañana ya estaba cerrado, pero yo no sabía…
Crucé el jardín de sudoeste a sudeste y me metí a un café… Maleí y leí bien a Bolaño… Lo que sucede cuando le abro un libro a este tipo es que me dan ganas de aprender lo quél supo… porque Bukowski la pasó lindo pero dejó una obra fea, puede que interesante y original y, para algunos vergas muerta, atractiva, pero Bolaño sí dejó monumentos narrativos de un nivel estético y técnico alto y de aportes filosófico y lingüístico y literario e histórico e irónico… Lo leo, me dan ganas de hacer lo quél y digo que no por argucias que me sé de memoria: que por esto que por no haber leído lo quél, por no haber cogido lo quél, por no tener una quinceava parte del genio narrativo queste hijueputa. Pero igual escribo porquescribir no es algo que haga por querer… ni siquiera por saber… es, simplemente, una orden subconsciente que recibo y performo con algún ingenio… escribir mes una condición y ya... El problema del hombre es tener que orinar. Tuve que buscar salida y luego no pude volver a concentrarme en Bolaño, además del deseo de tabaco que me da cuando interrumpo lo que venía haciendo. El macchiato, questácabándoseme, también quiere salir ya… ―Is there a…?, qué ganas de un Camel unfiltered… qué rica está esa muchacha… Todo lo que falta pa la película…
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