Cuántas veces fui Coronel
buscando tu juego de ojos,
no en los talleres de bordado,
sino entre la gente que salía del subte
o en cualquier banquita del San Martín.
Me debatía en la incertidumbre
esperando quizás encontrarte en algún lugar
o teminedo con un temor sin fondo
ver mi silueta acercarse a vos.
Cuántas fueron tu cara
en los encuentros rápidos de las esquinas.
Y me engañaba bien:
sabía que no estabas cerca,
que no estarías para negar mi soledad
de piecita de hotel, de turista paria.
Te buscaba sabiéndote lejos,
mintiéndome suave entre los carros y los cafés.
El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...
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