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martes, 7 de julio de 2009

Maelstrom

Dicen que el mundo es una urdimbre que la Historia teje mientras bosteza en su
mecedora gris.


También dicen que todo es aire. Pensaba en cosas, en amores, en sonidos. Estás sentado en la camita de castaño barnizado con colchas de color azul y flores naranja, sosteniendo a Ovidio o a Defoe o a Fitzgerald. Afuera llueve y la señora corre de cera en cera para no mojarse tanto y todo está untado de noche. Pensás en eso que te dicen los libros porque saben, pero taladra igual lo duro y frío de la portada, la señora que quién sabe a dónde va. Todo es el tren... No lo podés evitar y a los dioses das gracias que no lo podés evitar. Es un mestizaje hermoso. Una orgía anacrónica y sazonada y única. Propia. Steinbeck es el primer hombre, lo despeina Zéfiro o Bóreas y sigue sentado bajo las hojas del anchuroso árbol de Júpiter. Son inevitables las imágenes. Son los dioses raros, los pinceles de otros que no conozco y hablan de esos dioses raros, epígrafes que me harán alguien, la lana de la colchita azul… Por ser natural lo respeto. Y es una gran habilidad del hombre. Habrá quien insista en amarrar a los enanos andariegos porque distraen. Para llegar a algún lado es preciso concentrarse. Pero hoy día para qué llegar. Es una pérdida de tiempo que asumimos al apuntar al cielo. Y si queremos permanecer aquí, habrá que adularlos con sacrificios. Algunos tendrán que concentrarse, alcanzar el éxito y trasmitir. Otros se quedarán al cuidado del sueño y al calor de los enanos. El thou mayest rule over es una cuestión de vocación y de lluvia, y no se puede decidir. Ser carne de otros cuentos…

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