El punto es que comenten; ustedes saben, queridos: es necesario...

jueves, 22 de mayo de 2014

Pensar sobre Santa es como hacer un diagnóstico de uno mismo, cosas que no pasan muy a menudo. Quién sabe por qué… pero para seguir haciendo lo mismo tenemos el resto de la vida… entonces hago esta digresión y, a manera de carta, te voy explicando lo que pienso. Digresión disgregada porque con los conversables se les puede hablar así. Las cartas, Manu, siempre me han llamado latención. No que haya pensado mucho al respecto, porque hace poco tiempo sé que existía el género epistolar —que tiene más tradición que la novela, por ejemplo. Steinbeck, el de ‘Al este…’ y el de ‘Las uvas…’, antes de sentase a trabajar, se tiraba una cartica, o varias, y así, dice el man, ponía a andar los jugos. Yo sólo quiero escribir cartas.

Santa Rosa. Para nos, La Beatífica. Como te decía, uno casi nunca quiere pensar en las cosas de todos los días. Perec me abrió un poquito los ojos con eso de lo ‘infraordinario’, antónimo de extraordinario. El man se lamenta que uno sólo quiera leer sobre trenes cuando uno se descarrila. Que lo cotidiano merezca tan pocatención... debe ser síntoma de algo… pero no estamos aquí para eso… Salí al balcón a fumarme un cigarro, por eso del humo en el ‘hogar’, y Guanteros a las once de noche un miércoles no tiene muchacción. Entonces uno se queda mirando un techo de tejas de barro, o un poste o el muro llegando a Jimaní y se enreda en cualquier pensamiento, cuál de todos más misceláneo… Y pasan dos perros a ritmo contínuo, dirección aparentemente clara. Pero van oliendo… orines de quién, qués esta comida, y así… El pensamiento, invariablemente, se desvía de donde anduviera y se va con los perros. Distraído ya, empieza a formulase otras tantas preguntas y digo; cómo conocerán esos perros el mismo pedazo de cemento en la Tierra que conozco yo?, cierto?... Y claro que no me voy a responder esta pregunta… porque ya cambié de tema…

El hecho de tener memoria acaecida en La Beatífica no tiene nada que ver con que uno tenga un paradiscurso que defina esa memoria. Uno simplemente la recuerda, pero nunca la ha juzgado, y le ha dedicado más bien poca descripción. Por ende, queda claro que le puedo llamar a esto una inauguración mía.

Pienso que La Beatífica es un interregno verde… entre la montaña profunda y los valles nuestros más o menos cosmopolitas… Empecemos por ahí. Hay verde y gris —y naranja de ladrillo latinoamericano. Hay virtudes campeches y ambiciones de callejón entre edificios mole. El capital, incluso, se gana en el potrero y se gasta en los centros comerciales. El pueblo, el centro seudo-urbano, el escenario centralizado de comercio y vida común, es un puente activo entre estas dos maneras de estar vivos hoy. Y eso nos hace varios, de carácter, digo. Policromáticos, al menos.

Me pareció tan curioso el que no podás escribir nada acerca de Santa, ahora que la perdiste. La condición de Ulises es de una imaginación inflamada. Entonces salí a otro cigarro, prendí mi pipa de ganjah, encendí la música con ‘Vuelvo al sur’ y me fui a mis días de diáspora y pensé decirte ‘Manu, nos parecemos tanto a este pedazo de cemento levantao en la tierra. Si no sabés qué decir sobre Santa, decí algo sobre vos, y no habrás dicho mucha mentira’. Yo, por lo menos, soy producto de mis días pasados aquí, en completa condición cotidiana, y los días que fui Ashaverus también. Soy, en este sentido, como N. Parra, ‘mezcla de ángel y de bestia’. Y de Santa me vino parte de los dos. Una conclusión precipitada sería decir que este lugar fue hecho para morir bien. Vivir muchos años aquí es instruirse ampliamente en las bellas maneras de 'finir'.