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domingo, 29 de septiembre de 2013

Mujer con nombre de dado


Y hay días, también, Manu, en que no somos dueños completos de la consciencia sino que, uno lo puede notar, una pinche voz, que, igual, viene de uno, empieza a jalar los hilos y todo en lo que uno piensa huele a la intención desa pinche voz.  Yo sé ques ella porque en todo veo alarma y desesperanza.  Primero el rojo, o el naranja, escandaloso como las líneas curvas del grito, luego llega el azul en tantos tonos, el azuláceo desconsuelo, lagriazul certeza del desinterés vital, el azulao seudonihilismo, Manu…  No es que deteste esos días.  La desesperanza va muy ligada de la lucidez —a mucha ciencia mucho sufrimiento, nos dijo el Eclesiastés.  La comprensión de las cosas de la vida se hace más amplia, pero las consecuencias…  Que no me hablen de condición humana… 
 

Uno desos días me di a cumplir con la tarea que me diste.  Yo no entiendo bien tu interés en los malos trazos de mis letras, cacofónicas además.  Yo sí quiero, nobstante, aceptar el reto que tu actitud me representa y te dejo, como quien busca una definición en un diccionario, la transcripción de mis páginas de cuaderno.  No nos queda sino esperar, Manu, que nos sirva de algo a los dos… a vos que te entretenga, que testimule, de manera creativa, ojalá poética, y a mí que me dé una fotografía textual de mí mismo, un estado hic et nunc del alma, una toma de temperatura, unactualización, exagerando.  La tarde que nos encontramos te hablé del enamoriscamiento, que llama Unamuno.  No te hablé mucho al respecto, porque no había mucho que compartite ahí en la calle.  Un enamoriscamiento es casi una idealización de bagatelas: una caída, risa común; un pliegue específico debajo del ojo izquierdo; un rasgo particular del comportamiento: la Maga era medio tonta y eso la hermoseó tanto.  Un enamoriscao, si escribe, será el relator de ficciones sentimentadas, Manu, y éste, mi repertorio dimaginaciones.

  1.   Las letras dirigidas.
  2.            No séscribir sino cartas.  Lo dije muchas veces antes.  Y una carta es, o significa, la necesidad de una persona por decirle algo, bajo ciertas condiciones, a una segunda persona —o segundas.  En el mío caso, D.D., las razones, motivos o condiciones bajo las que tescribo no representan, exclusivamente, el indiscutible encanto de tu personalidá, como decís vos sin temor a aceptar lo que es cierto, sino, también, un rasgo mío, tan particular como ton charme, y es minclinación al enamoriscamiento: soy más impresionable que la luz y he visto cosas bellas. 
  3.         …mujer con nombre de dado.  La última vez caminamos un poquito más.  Y hoy, ya, me da brega escribirte.  Aunque cada vez que suene Caetano, la canción bonita, el inconsciente me prenda en la pantalla la imagen tuya adentro: mentretengo enternecido, digamos que voy en el Metroplus y voime riendo.  Minteligencia emotivo-mnemotécnica lamenta tanto desencuentro.  Es tan grave el asunto que aunque haya peores casos dentro de las literaturas íntimas, eso no lo alcanza a consolar a uno, ja!  Pero los desencuentros son otra situación de particularísimos rasgos que pueden dar vida a letras como éstas, a un epistolario monológico, suedosentimentado, ególatra y malilustrado. 
  4.         Pero, D, yo veo algo.  Yo presiento algo.  Y me hago tantas preguntas.  Luego te las hago a vos.  Por face y por teléfono.  Por las ceras y las calles de la Beatífica.  No podría saber bien qué es.  ¿Qué naturaleza tendrá?, ¿bajo qué motivaciones actúa?  Pero hay algo entre lo que vos decís y yo escucho, algo que, por razones que desconozco, me lleva a estados saborosos del alma.  Es natural que me inquiete el hecho de gastar tanto recorrido de agujas escuchando la canción bonita, es decir, tanto tiempo imaginándote mientras la voz de Caetano, el rasgueo encajonao de su guitarra y el sentido de la letra, del texto, me llevan, irremediablemente a vos, al escalón que nos ha servido de silla donde Hermes.  Ahí tenés una forma única de mirarme, entonces yo me concentro en tu cara y hago apreciaciones epidermopoéticas, las guardo y las reproduzco luego.  Repito, no todo se debe a ti, porque peco de carácter hipersensible, pero hay mucho que sí…
  5.             Atardece y se encienden los alumbraos públicos.

    Dos personas caminan por las calles de un pueblo andino actual.  Las casas a los lados del camino pavimentado son impares y de factura disímil: ora ladrillo, tapia, ruina.  Trazos de campo abierto.  Van por las calles, las cunetas, jugando al equilibrismo funambulista, empujándose, jactándose destar vivos juntos esos minutos.  Hablan, caminan, paran, miran, no miran, se ríen —todo mientras continúan caminando.  Se detienen frente a una torre decimonónica, un edificio católico.  La fachada medio esconde a Francisco y a Clara, d’Asisi, ‘a tua santa’.  Parados, maliluminados; las gentes del barrio pasan y entran a sus casas.  Devuelven, entonces, el camino: collage visual de casas.  Eran pasadas las siete noche y había poca luz.  Caminaban y hablaban.  Ella encontró una ventana republicana de madera con el hombro derecho y tuvimos un cañoncito verde oscuro de noche para reírnos:

    —D., desfenestrada, fenetrofóbica… aunque son, en realidad, las ventanas las que te tienen miedo a ti —pensó: “Lo que, en definitiva, te habría que decir es que si hay alguna razón del corazón de tu parte… hacerla común a la cabeza en mi ventrículo izquierdo que arde de impaciencia de morirse por usté…

    señora…

    …de dilatarse y contraerse".
  6.           Lo fácil ques olvidarse de los que no sean uno, cierto?  Que lo digamos los dos, tan plácidos en sendos pedazos del mundo, el uno a la vez del otro, bajo la misma noche chorreada, oyendo las mismas goteras y el mismo ruido afuera, también, separados y quién diría que no juntos si nos une una misma lluvia.  Mestrené un cuaderno dejando dicho que te agarré el estómago.  Casi en una esquina.  Casi de repente.  Vos te sonreíste.  A. abrió la boca y me saludó.  Yo saqué la mano del pedacito que ocupa mi cuerpo, la puse sobre el pedacito que ocupa el tuyo, sin dejar de caminar, y cayó, en el momento justo dencontrarnos, cuerpo a cuerpo, sin parar, sobre tu estómago; ahí también sonreí yo, la mano se resbala, sale de tu espacio, regresa al mío y me toca a mí ya doblar la esquina y pensar, y devolverme en la cabeza e imaginarte pensar que te devolvés en la cabeza y me imaginás pensar…  Lo del olvido no es cierto del todo ―que digan mejor silencio.  Debía decir eso y debía decir que todo principio no es sino una continuación...

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