Se podría decir que todo es una ficción, dearest, porque estamos atravesados por la distancia. De lejos creemos saber qué le pasa al otro. El otro, que escribe para comunicarse, como le queremos llamar a eso. Si escribe, hace transacción de información entre Psiqué y Grafós. O sea, lo que él conoce lo pasa a la escritura y, como a toda traducción, le sobra viruta o le falta retoque. Se reinventa en la escritura lo que inicialmente tenía el hombre adentro. Sin insistir en la distancia en la que estamos unidos, entrecomillado. ¿Qué entendemos por "unión" sino presencia? Y, ¿a qué nos huele la presencia? A una letra. Un signo. Abren la ventanita, la del feis, a ver si, quizás, los textos los mencionan, a ellos o a veces a mí. Una frase de ayer en la ventana significa presence, vous croyez? Y entonces los vítores de unión, de intercomprensión —sin haber discutido aún lo que cada uno entiende por comunicación que el sólo conjunto de definiciones son la prueba de su inexistencia. Y creemos que estamos en lo real, haciendo lo que hacemos...
Boa sorte,
—Gustavo, otra ficción.
4 comentarios:
Lanteiror entrada, eliminada por el autor, ahora es un silencio. Una muerte involuntaria. Sólo queda decir que no prefiero que te decepciones al leerme, presintiendo una técnica consumada, "ni el mínimo error", mínimo logro. Prefiero, dentro desa misma pelambre de sentimientos, al odio, en coro con otros queridos. Si odiárasme leyendo, te estaría más agradecido. El odio va directo, no a la palabra, sino a quien la dice; su objetivo no es la técnica, sino el que, adentro, la utiliza. Esos sujetos de adentro son los más encantadores del estar vivo como hombre. El resto es carroña a futuro, pagamento ingrato a lo que sea que nos dejó vivir, a lo que que nos dio entrada, por un ratico, al Carrusel de la vida, totalmente profano. Decíamos de los sujetos encantadores, imaginémosnoslos, modifiquémosnoslos. Aristocraticémosnoslos.
Publicar un comentario