Bref. Sí, vos. Vos, sí. La única que, a veces, me ha leído. A mí, que nada tiene que decir y que no ha dicho nada. Dudamos si lo dirá. A vos, chocolate en la boca. Me acuerdo mucho cuando, en las noches altas de las tierras frías, íbamos a tu casa o nos encontrábamos cuando nos buscábamos. En una esquina cerca de mi casa, lejos de la tuya. Lo hiciste ex profeso, como dicen los viejos, porque lo que buscabas era eso, caminar un rato conmigo; yo no me oponía cuando, volteando, salías primero, mostrándome a dónde ir. No conocía tu pieza. Pero seguí el denim que te apretaba las caderas. La invitación, no lo negués, no pudo ser mejor. Todavía besando los besos que me habías dado, devolviendo el camino a la casa, decía, hablando solo, con palmaditas de felicitación, que los besos eran los movimientos más rico que conocía, y el chocolate que te vi en los labios me puso a cavilar, sacudiendo sonriente la cabeza a veces.
Alter-Sciptum. Yo sé que es breve. Por eso lo dije comenzando. Pues, tampoco es todo, es un pedazo de más cosas que voy recordando y te las digo, igual te lo debo.