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jueves, 28 de octubre de 2010

No sé escribir sino cartas

Si la memoria se nos cae como la arena de la mano a Poe, igual a todo lo que me es circunstancia, voy a tener que mantenerte aquí un poco, entretenerte. Mientras dure una frase, como el blues que se canta y se olvida el dolor sólo si seguís cantando. Vos me diste una canción, y te movías despacio en la silla, con los acentos, las cadencias, yo te era testigo: me hiciste mantener al unísono con tu silla, ibas pasando revista a los que te oían, y los mirabas, y me mirabas, y no me mirabas. Le dabas risas a la de la guitarra, hermana tuya cantando, amarrando los ojos, soltándolos luego agachándolos, apagándolos. Si los ojos se encuentran se enredan. Yo tenía más razón en mirar al frente. Todos los ojos de la gente sentada, gente sencilla sin mayor riesgo ni resultado, estaban donde vos. Oían tus canciones latinoamericanas, tus poemitas pa’ el oído… Te fui testigo. Ya estoy en el derecho que me da la experiencia de hablar sobre la voz que escuché un miércoles, de querer volverla...

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